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malkotxu

Domingo

Siempre he odiado los domingos. Eran la antesala del horror, el día antes a la vuelta a clase o, en el peor de los casos, al trabajo que hacía de tu vida un asco. Sin embargo, he llegado a echar de menos esos domingos de no hacer nada y saber que estaba perdiendo el tiempo.

Odio trabajar como una ********* (insértese aquí el calificativo que más conveniente resulte) todo el fin de semana y tener exámenes el lunes. O el martes, que el lunes estoy tan agotada que no estoy, directamente, mi cuerpo vacio se mantiene despierto, pero no hay nadie en casa.

Reconozco que, generalmente, me lo paso bastante bien en el trabajo. Como buen bar, los domingos se compra el partido de Osasuna y sufrimos todos juntos, los parroquianos y yo, la directora de orquesta. Entre cafés y vinos, los hay quienes se comen el farias, los que se tragan el limón de la cocacola, y la que sufre un paro cardíaco cada vez que mis rojillos tienen que tirar un penalty (sí, yo). Acaba el partido, se va la marabunta y viene otra a cenar. Hoy, partido y cenas a la vez, que Dios me coja confesada, y que Osasuna gane, que si no me da algo.

Saldré sobre las 00.30 del curro, exactamente 9 horas y media después de haber entrado. Llegaré a casa y me pondré a estudiar francés. Me levantaré a las 5.30 y me iré a Pamplona en el bus de las 6.30, que a las 8.20 tengo examen de francés.

Este es mi domingo. No sé qué me deparará el lunes.

Deseadme suerte, por Dios...

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