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malkotxu

Mi lunes. Este lunes. Hoy.

Mi lunes. Este lunes. Hoy.

Es lunes. Y llueve. Odio los lunes. Y sigue lloviendo. Llevo desde las 9 de la mañana fuera de casa, y no llegaré hasta casi las 10 de la noche. Vuelve a hacer frío, y la gente que camina por las calles de Pamplona me parece fría y huraña, como el tiempo.

 

El sábado por la noche y domingo a lo largo del día me dedico a ver cómo todo el mundo discute a mi alrededor. Reproches, gritos, malas caras y cortes desproporcionados. Pienso que tranquila, que sólo será allí, es cuestión de menos de 24 horas. Mientras, miro caer la lluvia por el rabillo del ojo, fingiendo que no me entero de la discusión, que no me afecta. Cuando llego aquí, seguimos con más de lo mismo. Ya ni siquiera puedo dedicarme a observar al cielo llorar. Me entran esos nervios tan familiares en el estómago, y me voy a la cama.

 

Apenas me quedan unas páginas de Memorias de una geisha. Las apuro, a sorbitos pequeños, disfrutando cada palabra, y viéndolo todo en mi mente. Parece que ya no va a llover más. Bajo la persiana, apago la luz, y me acuesto de nuevo, ahora para cerrar los ojos y dormir.

 

Antes de dormir, me gusta soñar despierta. Imaginarme situaciones placenteras y relajantes. Un paseo por un prado verde, el mar, imaginar que vuelo, historias que luego incluyo en mis relatos. Sin embargo, hace ya algún tiempo que no soy capaz de hacerlo. Me acuesto, cierro los ojos, y empiezo a visualizar. De repente, en mitad de mi vuelo sobre prados y mares, aparecen facturas, riñas, peleas, euros y euros (dubidú), búsquedas de un nuevo compañero de piso, dudas, miedos… El fantasma de lo peor de cada día. Los pequeños fantasmas de todos los miedos y problemas de la vida diaria, se han unido, como en una serie japonesa de robots y poderes extraños, para dar vida a un solo fantasma, enorme y amenazador.

 

Consigo alejar al fantasma el tiempo justo para adormecerme y caer en los brazos de Morfeo. Sin embargo, el muy cabrón se percata de que, una vez dormida, no puedo utilizar mi mente consciente para combatirlo. Así que se instala definitivamente en mi cabeza y empiezo a soñar con más discusiones, facturas, fianzas, mentiras y odios disimulados. Pues qué bien.

 

A media noche, alguien que nadaba en mi vida y se puso a hacerse el muerto me reclama. El hombre sin saldo ha vuelto. Seis mensajes de esos de “Llámame, no tengo saldo” me despiertan. Decido pasar de él. Me doy media vuelta y, para mi sorpresa, cojo el sueño en seguida. Y con él vuelve el fantasma.

 

A las 8 de la mañana, suena el despertador y por fin vuelvo a la realidad. A decir verdad, no sé qué es peor. Mi vida se está convirtiendo en una paranoia increíble, no sé cuándo sueño y cuándo estoy despierta y, lo que es peor, no sé cuál es la pesadilla. Me quedo en la cama, hecha una bola, dormitando. Pienso en todo lo que he soñado, el último sueño ha sido una bronca increíble con mi compañera de piso, y ha sido tan real que casi no me atrevo a salir de mi habitación.

 

Gruño bajo las sábanas. Odio los lunes. Y sigue lloviendo.

3 comentarios

Ira -

Nunca llueve eternamente...

Mikhon -

Los sueños sueños son, aunque a veces nos cuente tanto diferenciarlos de la realidad (o viceversa).
Las peleas, cuanto mas lejos mejor... al igual que los lunes lluviosos.
Besotes

terremoto -

Mi niña por fìn me he podìdo poner al dìa contigo.

Primero que nada darte la enhorabuena por tu despido, esa indemnizaciòn y la decisiòn de seguir con tus estudios, me alegra verte ilusionada, aunque ya sabemos que los lunes son jodìdos y mucho màs con lluvia grrrrrrrrrrrrrrrr! y què te voy a contar yo que no sepas de las pesdillas.... ya sean en sueños o reales, pondiossssssssss jiji.

Que ers un cielo de niña y que te quiero muchooooooooooo, besitos y cuidate porfa.